sábado, 3 de marzo de 2012

Los cerrados.



Los kirchneristas son tan intolerantes y fanáticos y cerrados como los opositores. Lo curioso es que no lo aceptan, sino que se consideran el lado iluminado de la Luna. 

Los unos se quejan de los otros de ser manipuladores y mentirosos y violentos, pero ese estilo plebeyo de discurso es algo bien cultural y muy propio de la política argentina. El lloriqueo y el histerismo. Como actrices dramáticas.

Esta cosita kirchnerista de decirles "troscos" a los que critican al Gobierno por izquierda, o "duhaldistas" a los que lo hacen por derecha, es algo muy pobre y patético. 

El peronismo haría bien en salirse de esa discusión, porque en ese punto nosotros no somos mejores que ellos. 

La diferencia entre el kirchnerismo y la oposición es estrictamente política y consiste en que el peronismo lucha por los derechos de los trabajadores y por construir una sociedad más justa e inclusiva a partir de una mejor distribución de la riqueza, a partir del rol decisivo que los peronistas le dan al Estado, como herramienta de transformación (y los opositores, no).